La curiosidad, el motor del trabajo de Carlos Segura
Son las nueve de la mañana y Carlos Segura desciende puntualmente, como todos los días por las grandes escaleras de su salón. No corre, no tiene prisa. Baja tranquilo mientras Kino, su fiel compañero de cuatro patas, le acompaña como una sombra.
Carlos vive en un antiguo banco reconvertido. Un banco sin caja fuerte pero lleno de tesoros. Entra en el edificio que añadió al lateral de su hogar para hacer su estudio. Cruza el pasillo donde todas sus visitas y amigos han dejado su rúbrica. Desde artistas de Chicago a diseñadores austriacos y barceloneses, colegas, amigos… Todos los que por allí pasan dejan su huella en la pared. Mientras trato de descifrar algunas de las firmas, él se pone a trabajar igual que lo ha hecho los últimos 35 años. Ya no tiene un gran equipo como cuando abrió Segura.Inc en 1990. Ahora trabaja solo con su mujer Sun y ellos dos se lo guisan y se lo comen.
Lo que sorprende de alguien como Carlos, que lleva toda la vida haciendo cosas, es que las sigue haciendo, a diario. Experimenta con nuevas tecnologías y hackea el sistema cuando no sabe algo. Carlos es un adulto que no ha crecido, y puede que esto sea porque comenzó a trabajar muy pronto.
Llegó a Estados Unidos en el 65. Dejó su Cuba natal para ir con su familia a Miami donde en lugar de asistir a la escuela, trabajaba como roady para una banda musical. Su emprendimiento le llevó a convertirse en el batería del grupo siendo un teenager. Con 12 años ya había comprado su primer coche solo por el hecho de que podía y le gustaba la línea de la carrocería “Era un Chevrolet Impala de 1960 con muy pocas millas que su dueña apenas había usado. Pagué $100 por él” comenta con nostalgia.
Su pasión por los carros no ha cesado. Además de sus labores como diseñador, maneja Cartype el primer blog de autos en agrupar todos los logotipos y tipografías de todas las marcas de autos que existen “Mi pasión por los carros viene por mi gusto por la estética y el diseño. Hay algunos vehículos que son verdaderas obras de arte, piezas hechas a mano que se ajustan con milimétrica precisión” comenta mientras maneja uno de esos coches hechos a mano camino de donde vamos a comer un sándwich cubano, como no podía ser de otra manera.
Durante su tiempo con la banda, Carlos era el que hacía todos los flyers y la cartelería. Así, sin tener realmente ni idea, empezó a diseñar. Carlos dejó la banda y trabajó un tiempo en una imprenta. Ganó algún concurso y le llamaron para trabajar en publicidad. Lo probó y siguió experimentando. “Empecé como director de arte y me hice conocido como el print guy. Hacía cosas que nadie había hecho y muchas de ellas se llevaron buenas menciones en artículos y varios premios. El trabajo me trajo a Chicago en 1980 donde estuve en varias agencias de publicidad hasta que me harté. Por accidente me convertí en diseñador y así, con mucho trabajo a mis espaldas, decidí dejarlo y montármelo por mi cuenta”
Carlos ha trabajo para clientes de todo el mundo entre los que destacan Harley Davidson, The Smashing Pumpkins o Swatch. “Me encanta mi trabajo y el haberlo hecho para grandes cuentas te abre muchas puertas y te ofrece grandes oportunidades. Pero no quiere decir que no acepte clientes más pequeños. Valoro los presupuestos en función de cada trabajo y cada cliente, y si el proyecto es interesante, se busca la manera de llevarlo a cabo” añade con pasión. Su contrato es una obra de diseño en sí misma. Directa, tajante pero lógica y respetuosa. Si aceptas sus, algo bueno va a salir. Seguro.
A Carlos le gusta prototipar todos sus proyectos. Los hace tangibles para ver si la comunicación funciona o hay que cambiar algo en el proceso. Así, su oficina está llena de objetos y materiales diseñados por él y otros muchos que le atraen o le inspiran. Son los juguetes de un niño grande, el mismo que hoy día se emociona al experimentar con realidad aumentada para hacer volar entre las paredes de su estudio los pósteres de uno de sus últimos encargos.
El reggae de Lee Perry es la banda sonora estos días mientras trabaja. Supongo que Carlos echa de menos sus raíces caribeñas y el calor que le falta a la ciudad del viento. “No me gusta el frío pero a pesar de eso, Chicago tiene una gran cultura del diseño sin la mentalidad de ciudad grande, y esto me encanta” puntualiza.
Carlos vuelve todos los años a Miami para agarrar un poco de calor, pero además tiene previstas visitas a Barcelona y Seúl de dónde es Sun. En todos los lugares a los que va, se llena de influencias para sus próximos proyectos. Siempre sin dejar de experimentar, siempre con la misma ilusión de aquel niño con carro nuevo.
